miércoles, 16 de septiembre de 2009

Periodismo de Investigación: ¿Patear el tablero o resistir?


No es lo mismo ejercer periodismo de investigación en una ciudad pequeña que en una capital. No es lo mismo hacerlo en un diario que en TV. No es lo mismo trabajar para un medio familiar que para una corporación. No es lo mismo.

Por Sandra Crucianelli
Publicado por la Revista Chasqui
Comunicación y Periodismo
Junio de 2000


“Periodismo de Investigación es difundir lo que alguien no quiere que se sepa. El resto es propaganda” (Horacio Verbitsky, del libro “Un Mundo sin Periodistas”)



La primera vez que escuché una conferencia sobre periodismo de investigación, hace ya quince años, me sentí fascinada. El periodista-detective contaba historias increíbles entre las que se mezclaban la necesidad de ponerlas en el tapete y la intención de los poderosos por mantenerlas ocultas. Eso era lo que yo quería ser. Eso era lo que quería hacer.

Por ese entonces, trabajaba en el diario de Bahía Blanca, una mediana ciudad del interior de la provincia de Buenos Aires y convencida de que antes de pisar el terreno debía conocerlo, me tomé un tiempo bastante largo para leer, hacer cursos y tratar de aprender los secretos de esa maravillosa faceta del periodismo, la investigación. Pero no la de todos los días, la de contrastar fuentes y obtener datos para ponerlos en un contexto, sino la que va más allá de la noticia diaria, la que trata de revelar asuntos que alguien quiere ocultar y que pueden exponerse gracias al trabajo documental, a la perseverancia y a veces, al ingenio.

Comencé como empiezan casi todos, ocupándome de temas sociales, a los que autotitulé “investigativos”, cayendo en el frecuente error de confundir “periodismo en profundidad” con periodismo de investigación.

Pero las cosas no resultaron tan sencillas.

1) La empresa para la que trabajaba era propiedad de una familia (no una corporación con un directorio pluralista), y por consiguiente su política editorial incidía directamente en su política periodística cotidiana, por lo que, algunos temas resultaban inabordables o con franca tendencia a que queden archivados en el directorio de la computadora.
2) El diario dependía del caudal publicitario para sobrevivir. Por lo que, también, ciertas temáticas, anunciantes de por medio, pasaban al olvido, o a ser objeto de enfoques “más suaves”.
3) La consecuencia más directa de 1) y 2) fue que se terminaba investigando a unos sí, y a otros no.
4) El cuarto inconveniente estaba referido a un problema de fuentes: En las grandes capitales o grandes ciudades uno ni conoce a la persona o grupo que está investigando. Siendo mi ciudad de apenas 300.000 habitantes, es muy probable que uno termine investigando a conocidos, incluso, familiares o amigos. Y como no hay excepciones, la mala persona termina siendo uno.
5) El quinto problema tiene que ver con el acceso a la información. Desde el interior, casi todo se complica. En América Latina, la información suele estar centralizada en los órganos de gobierno, (el control externo no existe). Sin fuentes ni contactos en las capitales, es muy difícil llegar a obtener información de primera mano. Y para tenerlos hay que estar allí, lo cual sale muy caro. Internet todavía no venció esa barrera, dado que nuestros países no suelen poner “lo que estamos buscando” en la red. Para investigaciones a nivel nacional los datos on line suelen ser jugosos, pero para las de nivel local o regional, son casi inexistentes.


Pongo como ejemplo el caso de un frigorífico aparentemente en quiebra, radicado en Bahía Blanca, propiedad de una empresa paraguaya y que en estos días está dejando sin trabajo a casi 300 trabajadores. Los capitales se habían “volatilizado” y queríamos investigar a sus dueños y accionistas, pero la red no nos ayudó en casi nada y los únicos datos que obtuvimos sólo fueron merced a la buena predisposición de un colega del diario ABC Color, que vía e-mail nos remitió algunos datos, aunque sin documentar.

Del diario a la TV

Convencida de que era imposible ejercer esta especialización con condiciones tan poco favorables, me alejé del diario y comencé a trabajar en un canal de televisión hace tres años en el que, al menos, no tenía los obstáculos 1) y 2).

La estación era (es) un medio cooperativo (sus empleados son sus dueños) y recibía (recibe) muy poca publicidad oficial por lo que, las condiciones de independencia periodística, estaban aseguradas.
Por suerte, el pronóstico se cumplió y pude dar rienda suelta a mis ganas de investigar metiéndome en todo cuanto quise: evasión fiscal, violaciones a los derechos humanos, control del gasto público, etc.

La receta no fue tan difícil. Formé una unidad investigativa con egresados a la escuela de periodismo, y pusimos en el aire decenas de trabajos en el marco de un programa semanal, titulado “De qué se Habla”, de neto corte investigativo.

Pero comenzaron a surgir otros problemas:
1) El primero tiene que ver con la escasez de recursos. Tenemos toda la libertad, pero a la empresa se le hace difícil solventar gastos mayores, tales como la contratación de personal para la revisión de archivos, pago de viáticos, viajes o gastos necesarios para el desenvolvimiento de la unidad.
2) En medio de un panorama favorable a medias, debimos agudizar todo nuestro ingenio, pero la suerte no nos ayudó. Muchos auspiciantes decidieron levantar las pautas publicitarias del programa y otros se resisten a ponerlas, ya que nadie quiere invertir en un programa periodístico donde se corren riesgos de ser denunciados. Nunca vendimos (ni venderemos) protección periodística y el costo de esa decisión política dentro de la unidad comenzó a hacerse sentir.
3) Los poderosos comenzaron a inquietarse. Nos empezaron a mirar de reojo. Ya no éramos ni simpáticos, ni agradables ni buenas personas. Eramos y somos, simplemente, molestos.


Del pasado al presente: ¿Patear el tablero o resistir?

La unidad investigativa de Canal 7 de Bahía Blanca es la única que funciona en una región de casi 800.000 televidentes, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires y nuestro programa es el único de periodismo de investigación en esa geografía.
Este año, para poder poner en el aire al programa, debimos reducir la cantidad de integrantes de la unidad investigativa y optimizar los pocos recursos que teníamos.
Las grandes empresas continúan negándose a auspiciar nuestro producto y las agencias de publicidad hacen “lobby” para que aquellas no publiciten en nuestro espacio, porque claro, no le garantizamos ni silencio ni complicidad a nadie.
Los escasos ingresos publicitarios que tenemos, apenas sirven para solventar los costos técnicos.
A veces pensamos, “tiene que haber una forma de generar un producto periodístico independiente en televisión, sin que haya que vender nuestra independencia”, pero hasta ahora, no la hemos encontrado. Esa fórmula sigue siendo un misterio. Y es por eso, que los que estamos embarcados en el proyecto, lo hacemos sin llevarnos un peso en el bolsillo.

Se dijo y se escribió:
- La autosuficiencia económica de un medio es condición sine qua non de su autosuficiencia editorial


- La libertad basta, en sí misma, para poder poner un producto periodístico en el aire.

Estos dos enunciados del periodismo, tantas veces pronunciados, son falsos. Se cumplen a medias y a veces, ni eso.
La práctica y los tropezones que nos damos quienes estamos abocados a la, por momentos, dura, tarea de investigar nos demuestran que son verdades relativas que caen del pedestal ante nuestros ojos todos los días. La realidad me demuestra cotidianamente que lo único que hacemos es resistir.

Lo peor del caso es que, una parte de la gente, de la audiencia para la que hacemos nuestro trabajo, desconoce tanto de nuestra profesión que llega a pensar, incluso, que los colegas que tienen los bolsillos llenos de dinero son “buenos periodistas”.

A veces, como conductora del grupo, siento ganas de patear el tablero. De abandonar todo y hasta de dedicarme a otra cosa.

Después, miro a mis tres pequeñas hijas a los ojos, tomo un poco de aire, me trago la amargura y siento de vuelta el envión. El que me da la pasión de la búsqueda de la verdad, la lucha contra lo injusto, la defensa del más débil y esa necesidad inexplicable de poner luz allí donde haya sombras.
scruci@bvconline.com.ar

Sandra Crucianelli es periodista especializada en investigación periodística. Ha ganado varias distinciones por sus trabajos, entre ellos el premio José Antonio Miró Quesada de la Sociedad Interamericana de Prensa, una beca de la Fundación Reuters y el Premio Bienal de Periodismo Científico de Argentina. Ha sido instructora de periodismo investigativo para Celap, Centro Latinoamericano de Periodismo. Es conductora del servicio informativo de Canal 7 de Bahía Blanca y del programa semanal “De qué se Habla”, (que se emite por el mismo canal), del que además es productora periodística y directora de la unidad investigativa.

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