miércoles, 23 de septiembre de 2009

¿Periodismo de investigación o de consulta?

No sólo exhibir datos, sino armar el rompecabezas completo


Dorangélica de la Rocha
Presidenta de la Asociación Mexicana de Comisiones Estatales y Organismos para el Acceso a la Información Pública (AMEPI) y candidata a doctora en Derecho de la Información.


A raíz de la aprobación en México de la Ley Federal de Transparencia y de leyes de acceso a la información pública en por lo menos 13 estados del país, se ha repetido que tal apertura informativa vendrá a estimular la función periodística y especialmente al llamado periodismo de investigación.
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Tal afirmación tiene bases lógicas si partimos del hecho de que, por muchos años, los periodistas han enfrentado el ocultamiento sistemático de la información de carácter público por parte de funcionarios que asumen sus tareas como si estuvieran administrando un negocio particular.

De esa suerte, no pocos reporteros se han topado con barreras al momento de solicitar información en dependencias públicas, así sean éstas de mediana importancia.
El celo de los servidores públicos para entregar información tiene su origen en el manejo oscuro que distinguió por décadas al ejercicio de las funciones públicas. La secrecía era total, pues siempre reinó la idea de que los asuntos de gobierno debían manejarse con total reserva, no como un concepto de orden y disciplina sino como un pretexto para ocultar anormalidades y actuaciones fraudulentas.
Por ello resulta concluyente que con la creación de leyes de acceso a la información, los periodistas disponen ahora de una herramienta jurídica para exigir la entrega de datos de carácter público, con las salvedades expuestas en las propias leyes para salvaguardar las informaciones de carácter reservado y confidencial.
Sin duda, los informadores pueden hoy tener acceso a información hasta hace poco tiempo vedada (al menos que fuera vía filtración). Sin embargo, esa accesibilidad no garantiza por sí misma el ejercicio de un verdadero periodismo de investigación.
Cultura de periodismo investigativo
El lector de periódicos no tiene todavía la cultura o el hábito de exigir a los medios que ejerzan un periodismo más documentado, basado en cifras y en hechos, y menos en declaraciones.
Algunos analistas coinciden en señalar que el periodismo actual está abusando de la noticia de opinión. El periodismo de hechos solamente se encuentra en la nota roja y en la sección de deportes, ya que la mayoría de las noticias en las secciones principales se refieren a declaraciones de políticos, funcionarios y dirigentes de organismos intermedios.
Si hablamos de periodismo de investigación, la situación es más lamentable. Es muy reducido el trabajo investigativo realizado por los periodistas. Los reportajes especiales que se publican en la prensa se presentan con huecos informativos importantes, aunque hay casos de honrosa excepción. Las secciones deportivas y policiacas, que ofrecen un amplio espectro para la investigación periodística, también se notan desprovistas de profundización periodística.
Incluso los textos de algunos columnistas y articulistas se advierten igualmente precarios, aun cuando son géneros que debieran contener información y análisis de avanzada.
Hace algún tiempo en una charla, Pedro Enrique Armendares, director de Periodistas de Investigación, expresó que cuando se habla de modernizar al periodismo, sobre todo en el caso de las universidades, se piensa inmediatamente en Internet, vista como una herramienta moderna y deslumbrante, cuando en realidad lo que están haciendo es saltarse un paso.
No lo están haciendo en términos de promover esa cultura de investigación, documentación, corroboración y verificación de lo que sostuvo el entrevistado. Esta afirmación es igual de contundente. No existe esa cultura de investigación y por lo tanto se antoja demasiado ambicioso iniciar por la vía de Internet. Es, para aludir al lenguaje popular, pretender correr cuando todavía no se aprende a caminar.
Sin embargo, en tal problema inciden la deficiente organización del trabajo en las salas de redacción y los criterios equivocados de asignar cuotas de reporteo de noticias en términos de cantidad, soslayando la calidad.
Se trata de un problema de corte estructural. Muchos reporteros de cuestionable vocación periodística justifican su indolencia por el bajo salario que devengan. Así, asumen una actitud comodina y no ofrecen el extra que todo periodista debe estar dispuesto a dar. La investigación y la documentación no les interesan porque ello implica mayor trabajo. Lo más fácil es tomar declaraciones y cubrir conferencias de prensa.
De ahí que, de acuerdo con Armendares, si los periodistas no dejan de lado su atención plena a las declaraciones, se seguirá fomentando una prensa chata y una opinión pública poco informada.


¿Periodismo de consulta?
La expectativa que se abre para los comunicadores con la democracia informativa que se está gestando en el país, va más allá del propio acceso a la información. Representa apenas la puerta de entrada hacia información antes inaccesible, pero resulta fundamental la emancipación de las técnicas periodísticas y del compromiso de los directivos de los propios medios hacia sus reporteros para construir una verdadera infraestructura de investigación.
En muchas redacciones, los periodistas enfrentan una serie de dificultades para dedicarse de lleno a la práctica de un periodismo de investigación. Resulta frecuente que se le regatee tiempo para dedicarse a la indagación y consulta de datos, citas para entrevistas, etcétera.
Otro factor de compromiso de los directivos de medios estriba en la tan discutida independencia. Un reportero necesita del apoyo incondicional para dedicarse a investigar sin la preocupación de que su trabajo vaya a afectar intereses creados con base en amistades o compromisos comerciales.
Las técnicas periodísticas deben sublimarse en la preparación de un reportaje de investigación. No basta con acceder al dato espectacular, sino crear el contexto y completar debidamente el marco informativo. Esto requiere del periodista imaginación, interpretación, arrojo, ética, valentía, construcción y comprobación de hipótesis, desarrollo de perspectivas noticiosas, entre muchas otras habilidades.

Los casos toallagate y embajador dormimundo
El paradigmático caso Watergate, como ha sido señalado por muchos analistas y politólogos, enseñó que el periodismo puede ser capaz de hacer que el poder rinda cuentas.
El abuso del poder público ha generado en México que los medios que pretenden un periodismo diferente se enfoquen al descubrimiento de casos de corrupción. La revista Proceso es emblemática de la denuncia del fraude y la corrupción y en mal momento se le denominó como la "fe de erratas del gobierno", pues no se trataba de la aceptación de culpas, sino del acceso -por diferentes vías-- a información delicada expuesta gracias a pesquisas, pero también por causa de conspiraciones entre enemigos políticos. Hoy, la revista Contralínea, que dirige Miguel Badillo, da muestras de hacer un periodismo valiente, de investigación. Del mismo modo, La revista, una publicación muy joven que presenta un periodismo innovador.
Con el ejercicio pleno del derecho de acceso a la información pública, los dos casos más sonados de trabajos investigativos han descansado básicamente en la consulta de datos. Efectivamente, cuando se descubrió que en las cabañas de Los Pinos se utilizaban toallas, sábanas y otros utensilios adquiridos a precios exorbitantes, el dato central estaba a plena disposición pública en plena red Internet, y consignado dentro de los gastos de la Presidencia de la República.
Tal vez se trató de una ingenuidad o de una concepción sincera de que ese tipo de datos deben estar considerados en la hoy denominada información mínima de oficio, pero lo cierto es que la información periodística descansó casi totalmente en la consulta de los datos respectivos.
De igual manera, el exagerado costo de los colchones adquiridos por el embajador de México ante la OCDE, Carlos Flores -bautizado con el mote de embajador dormimundo- fue conocido también de una relación de gastos consignados en una página de Internet, y de igual forma constituyó la base de la información periodística correspondiente.
Ambos ejemplos deben servir de alerta a los propios periodistas para evitar que el pretendido periodismo de investigación se convierta en un simple periodismo de consulta. Quizás por la naturaleza de ambos casos, donde más que corrupción se evidencia derroche y una falta absoluta de consideración hacia el ahorro y la austeridad, es que el manejo periodístico fue, por decirlo de alguna forma, un tanto superficial.
Si el mayor atractivo para los periodistas es desnudar escandalosos casos de corrupción oficial, la exhibición de ese tipo de datos debe servir de punto de partida para armar un trabajo periodístico que lleve a descubrir o evidenciar casos más graves de excesos, ilicitos o corruptelas.
El periodista no debe conformarse con exhibir el dato central, sino armar el rompecabezas completo: atar cabos, llegar a conclusiones, ir más allá de lo evidente, comparar, comprobar, llegar al fondo del asunto.
La investigación de casos de corrupción gubernamental es una característica del periodismo latinoamericano, y ello tiene su explicación en que tal fenómeno representa una de las principales preocupaciones de los ciudadanos.
En ese sentido, la investigación periodística estaría aportando al cumplimiento de una responsabilidad democrática y a su eminente responsabilidad y función social.

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