miércoles, 7 de octubre de 2009

ENTREVISTAS, QUÉ SE DEBE Y QUÉ NO SE DEBE HACER

Por Rod Mc Donell
World Bank Institute, 2002

Lo que SÍ se debe hacer



Antes de la entrevista:

Antes de hacer una entrevista, determine exactamente que es lo que usted desea sacar de ella. Normalmente se hace una lista de los tres o cuatro temas que desea abordar. Sin embargo, no se sienta obligado ni limitado por esa lista.

Investigación. Busque recortes de periódicos y revistas. Revise Internet si le es posible. Lea libros. Hable con personas que conocen al entrevistado y su reputación.
Organización. Escriba guías de una sola palabra en su libreta para recordar los puntos que quiere cubrir.


Presentación. Asegúrese de que esta le ayuda a obtener sus metas. Proyéctese como una persona humilde, amistosa, curiosa, sin temores. Preséntese como un observador neutral y cortés, no como un polemista beligerante. Si le parece, haga unas primeras preguntas inocentes para que el entrevistado entre en confianza, de modo que sienta que usted es inofensivo.

Durante la entrevista:

Siéntese frente al entrevistado de manera erguida. Mírelo directamente a los ojos, con confianza pero sin agresividad.
Siempre haga preguntas. Esto parece obvio, pero muy a menudo los reporteros sencillamente repiten lo que el entrevistado ha dicho y no hacen la pregunta correspondiente.
En general, haga preguntas abiertas, que suenen simples y naturales. Este tipo de preguntas obliga al entrevistado a pensar y a revelar algo de sí mismo. Una buena alternativa es hacer preguntas que comienzan con “¿Qué?”, “¿Cómo?” o “¿Por qué?”
- Haga preguntas cortas siempre que sea posible: “¿Por qué?”.
- Haga preguntas neutrales.
- Observe el lenguaje corporal del entrevistado. Puede revelar mucho.
- Haga las preguntas de una en una.

- Escuche cuidadosamente las respuestas que recibe. Puede ser que el entrevistado se desvíe hacia un tema no previsto. Este tema podría ser una mina de oro, siempre y cuando tenga los ojos y oídos bien abiertos y esté alerta ante las pepitas que se le presenten.
- Ponga atención a los detalles. Esto le ayudará a dar color a su reportaje. Una buena entrevista puede perfectamente cambiar el sesgo o la dirección de su reportaje. Entonces, abra los ojos y manténgase alerta, no ponga oídos sordos ni sea terco cuando el entrevistado abra horizontes nuevos e interesantes.
- Cuando sea necesario, no dude en pedir al entrevistado que siga un orden cronológico (“¡Un momento, por favor! ¿Qué ocurrió al comienzo?” “¿Y qué pasó después?”.) Así usted comprenderá mejor los hechos. También podrá darse cuenta de incongruencias en la cronología.

- Igualmente, no dude en reformular con sus propias palabras el meollo de los puntos clave que el entrevistado le acaba de explicar. De esta manera puede confirmar su comprensión de las explicaciones del entrevistado. Mantenga el control de la entrevista llevando de la mano al entrevistado por los diferentes tópicos que desea cubrir.
- Cuando un entrevistado le dice algo muy importante, pregúntele por qué lo sabe. Esto puede ayudar a encontrar fuentes para corroborarlo. También le puede ayudar a evaluar la credibilidad del entrevistado. Si está inventando algo, usted se dará cuenta rápidamente.

- Con algunos entrevistados algo renuentes, la simpatía o, aún mejor, la empatía, contribuye a obtener respuestas.
- No acepte información “off-the-record” sin antes tratar de que el entrevistado acepte su publicación. Y, si usted no logra persuadirlo de que toda la conversación sea para publicar, negocie con firmeza para que la mayor parte sea publicable.
- En las entrevistas importantes es mejor utilizar una grabadora. Sin grabadora se le hará más difícil escuchar atentamente las respuestas porque estará ocupado tomando notas mientras el entrevistado habla. Probablemente, en un caso así, usted no estará suficientemente alerta para hacer esa pregunta que no había preparado, pero que se deriva de la respuesta que está recibiendo.

(Algunos expertos consideran que la gente no reacciona naturalmente a las grabadoras, y que solo se deben usar con entrevistados hostiles. Sin embargo, la experiencia demuestra que muchos entrevistados olvidan rápidamente sus objeciones y se relacionan mejor con el entrevistador aun cuando los estén grabando. De todas maneras, cuando esté grabando tome notas, de preferencia en estilo telegráfico, que le servirán para hacer un resumen de donde están los puntos principales en la cinta de grabación, y también como respaldo en caso de que la grabadora no haya funcionado.)

ENTREVISTAS HOSTILES O DIFÍCILES:
La honestidad es una buena regla en términos generales. Pero en ocasiones un poco de “blof” puede funcionar. Por ejemplo, a veces es útil pretender que uno sabe algo que en realidad no sabe. Esto funciona a veces cuando uno tiene una intuición, generalmente basada en información suplementaria obtenida por aparte, la cual da pistas para plantear nuevos escenarios.
Si una persona le miente, lo cual ocurre a menudo, permítale que siga mintiendo. De este modo, usted podrá después desmantelar la trama con paciencia y colocar al entrevistado en una posición en la que se sentirá más cómodo ofreciendo la verdad. Si el entrevistado no se retracta, simplemente cite sus mentiras. Las mentiras son a menudo tan absurdas que el público se dará cuenta rápidamente de que el entrevistado es un mentiroso.

Lo que NO se debe hacer

- No abuse de las preguntas cerradas, es decir preguntas que se contestan con un sí o un no.

- No haga preguntas dobles. Haga preguntas de una en una.
- No recargue una pregunta con un preámbulo extenso. Hágala simple. Evite preguntas como esta: “Su compañía cerró por varios factores. ¿Cuáles fueron esos factores, cuáles fueron culpa suya, cómo podría haberlos evitado, y qué ha aprendido con esta experiencia? ¿Puede contestar estas preguntas?
- No haga preguntas afirmativas que concuerdan con sus ideas preconcebidas acerca del tema.
- No incorpore comentarios en sus preguntas.
- No incorpore suposiciones en sus preguntas
- No utilice palabras que inducen al debate. Ciertas palabras pueden desencadenar una discusión estéril sobre asuntos morales, políticos o semánticos. Por ejemplo, si uno pregunta: “¿Dónde se encontraba usted cuando los zapatistas comenzaron a liberar a Chiapas?”, el entrevistado podría, en lugar de contestar la pregunta, expresar su desacuerdo con el término “liberar”. Esto desviará la conversación y la convertirá en un debate sin sentido sobre terminología. En su lugar, se podría plantear así: “¿Dónde se encontraba usted al comienzo de la insurrección zapatista?”
- No utilice palabras que dan sesgos a su pregunta. Por ejemplo, es mejor no preguntar: “¿Disfrutó mucho de su viaje?”. Simplemente pregunte: “¿Cómo le fue en el viaje?”.
- No formule preguntas largas y complicadas. Usted se perderá en ellas, al igual que su entrevistado.

- No haga preguntas del tipo “o lo uno o lo otro”. Por ejemplo: “¿Usted estafó al banco por pura ambición o porque tenía que alimentar a su familia?”. Es mejor preguntar: “¿Por qué estafó al banco?”
- No haga preguntas argumentativas.
- No haga preguntas que interrumpen.
- No haga preguntas para impresionar
- No polemice con los entrevistados. Una vez que han dado una respuesta es difícil que la cambien porque usted expuso sus argumentos. En todo caso, su trabajo no es persuadir a la gente de lo que deben pensar. Su trabajo consiste simplemente en saber qué piensan.
- No se moleste ni se desconcentre si el entrevistado grita, actúa agresivamente o pierde el control. Espere a que la persona se calme, y prosiga luego con tranquilidad. A veces la ira es forzada, con la intención de intimidar, confundir u hostigar al entrevistador.
Aunque no hay que buscar conflictos ni enfrentamientos, no los evite a toda costa, especialmente cuando el entrevistado ha dicho algo que no se puede dejar pasar. Es decir, uno no tiene que concordar siempre con un entrevistado, cuyas afirmaciones pueden ser dudosas, simplemente porque se desea eludir conflictos.
- No haga acusaciones.
- No sea sarcástico.
- No sea cínico.
- No actúe como un inquisidor.
- No haga juicios temerarios.
- Evite los estereotipos.
- No moralice.
- No amenace.
- Eluda el debate de ideas. Es probable que usted se encuentre discutiendo un tema para establecer ciertos hechos. El debate puede ser una pérdida de tiempo y energía.
- No trate de justificar sus acciones o propósitos, pues son nobles.
- No intente amputar parte de una respuesta que usted desea usar en un reportaje, de la parte que es menos útil para sus teorías.

ACCESO A FUENTES

Por Sandra Crucianelli

El periodismo de investigación no está dominado por las fuentes, como muchas veces lo está el periodismo cotidiano. Usted no puede, bajo ningún aspecto desarrollar una tarea investigativa sobre la base de lo que determinadas personas piensan con relación a un tema. Usted debe ir más allá.

Algunos caminos para tener en cuenta:

1) Antes de comenzar con un tema, recuerde asesorarse bien (diagnóstico). Resulta importantísimo que usted conozca leyes, normativas, disposiciones u ordenanzas referidas al tema que está investigando. A veces esto no es necesario, pero otras veces sí. Por ejemplo, un médico tiene iniciados ocho juicios por “mala práxis”. Se dice que ha estado proporcionando una sustancia tóxica a sus pacientes a través de una cirugía correctiva de los labios. Obviamente, usted deberá ir al Colegio de Médicos o a la Colegiatura Médica para obtener las normativas de la profesión. Deberá averiguar si ha estado sancionado antes, si tiene antecedentes, etc. En casos como este, la fuente testimonial es importante, porque es protagonista-víctima del supuesto mal médico. Por eso, es muy importante obtener testimonios de los propios pacientes o sus familiares. Aunque, sólo con estas últimas fuentes, usted no logrará probar nada. Sin duda, debe probar que se administró una sustancia indebida. Eso debe figurar en los registros del hospital (orden de intervención quirúrgica, o en la receta médica, etc.)
2) Cuando haya entrevistas, puede ir sólo o con su compañero de tareas, pero, en lo posible, prepare cada entrevista. Lo ideal es que uno asuma una posición más “dura” y otro sea “más suave” o que vayan cambiando este rol a medida que se desarrolla la entrevista.
3) En la entrevista al “acusado”, es decir, si está en medio de “la prueba de fuego”, no discuta con el susodicho. Sus preguntas deben ser objetivas del tipo: (caso del diputado que se compró un campo): ¿es cierto que usted se compró un campo?, ¿A nombre de quién figura la escritura o dominio? ¿cuál es el notario que hizo la operación? ¿usted dice que lo compró su suegro, pues cuánto pagó por él?, ¿a qué se dedica su suegro?, etc....
4) Grabe todas las entrevistas y no borre las cintas si trabaja para diario o radio , a menos que su contenido sea intrascendente. Si trabaja para TV, archive los originales de su material, en especial si tiene cámara oculta y todo testimonio relevante.
5) Resulta importante que usted tenga, en cada institución oficial de la ciudad, una suerte de “amigo-confidente”. En otra palabra, alguien en quien usted puede confiar, capaz de proporcionarle información cada vez que algo merezca saberse. Esta tarea no se realiza de un día para otro. Lleva años y a veces es muy dificultosa porque los informantes, en general, no comparten los mismos objetivos que los periodistas y un buen día, pueden llegar a ponerse en nuestra contra. Pero si mantiene esa relación suele ser muy fructífero. Por ejemplo, una enfermera de hospital, un chofer del municipio, una empleada de tribunales, la secretaria de un juez, etc.
6) Nuestras fuentes no son nuestros amigos. Por ejemplo, los periodistas investigadores, dificilmente tienen granjeadas amistades con los miembros del poder. No fomente este tipo de relaciones, ya que obstaculizarán su trabajo, aunque usted crea que lo ayuden. Mantenga con los funcionarios de turno una sana relación de respeto y cordialidad, pero con eso es suficiente.
7) Más allá de leyes y ordenanzas, usted debe conocer a fondo el funcionamiento de las instituciones que rigen en su país, provincia y ciudad. Esto implica que debe saber para qué sirve cada institución y cómo, en determinado momento, éstas pueden ayudarlo con su tarea.
8) Por ejemplo, debe saber si cada institución tiene una publicación propia. En el caso del gobierno, cómo acceder a documentos y estadísticas, a quién hay que pedirlas, cómo es la forma de elevar la solicitud; en el caso de órganos legislativos, hágase enviar por las oficinas de prensa los diarios de sesiones (suele haber datos interesantes en él); en el caso de las secretarías de haciendas, siempre tenga a mano a un contador o administrativo contable de su confianza para que lo ayude a interpretar balances comerciales o ecuaciones financieras. Tome por costumbre pedir el libro de quejas en las oficinas públicas y léalo. Encontrará información valiosa. Tenga contactos con colegas de otros medios, mantenta correos electrónicos permanentes. No se aisle. Intégrese a quienes hacen lo mismo que usted.
9) Sepa de antemano que instituciones importantes de su país, provincia y en especial, ciudad, tienen direcciones electrónicas en la red. Visítelas y vea que información le pueden brindar.
10) Por ejemplo, en Argentina, el Banco Central (la entidad bancaria madre), tiene una dirección (www.bcra.gov.ar) en la que, en sus sección “consultas”, usted puede averiguar quiénes son deudores, cómo están sus cuentas y si alguna persona o empresa tiene sus cuentas corrientes inhabilitadas. Cosas así son muy valiosas. Por otra parte, la Auditoría General de Estado, que es el organismo que controla al gobierno, ha puesto sus informes en la red y este material es valiosísimo.
De allí, con nuestro equipo, obtuvimos detalles de la auditoría que revelaba que una empresa concesionaria de ferrocarriles no había cumplido con las inversiones previstas con el Estado y no había pagado los cánones establecidos en los pliegos de la privatización. Antecedente importante si se tiene en cuenta luego, que la llamada “Comisión Bicameral para el Seguimiento de las Privatizaciones”, “premió” a esta empresa otorgandole una concesión más beneficiosa, renegociándole el contrato. Por lo tanto, usted debe saber qué instituciones de este tipo están en la red, dentro de su ciudad, provincia o país y qué puede esperar de ellas.




jueves, 1 de octubre de 2009

Lectura clase octubre 5

Se nos acerca casi el final de este curso. Es hora de trabajar enserio. El periodismo se aprende haciendo. Esto es a lo que nos dedicaremos de acá en adelante. Vamos a sacar adelante los trabajos. Esa, pienso, es la mejor lección.
Esta semana serán dos lecturas, muy suaves, pero entretenidas.

La primera:

Estrategias de investigación

Leonarda Reyes *


La segunda:

Contar para cambiar: los jóvenes reporteros de investigación

Por: Antonio Ruiz Camacho *


Vamos a dedicar la clase a trabajar entre todos con ideas para que los compañeros puedan mejorar sus temas. Proponer enfoques. En resumen, la clase la realizarán ustedes.

Por eso tengan en cuenta la importancia de que tengamos claro cada uno de los trabajos, pensemos en las fuentes, qué queremos averiguar, qué queremos contarle a la gente. Piensen en ese producto final con ambición.

La idea de trabajar en grupo es poder tener trabajos de calidad, que podamos publicar....

Suerte pues


Estrategias de investigación


Leonarda Reyes *

Para quienes hemos pasado años en las redacciones, el reportaje de investigación puede significar dos cosas. La primera, una reiteración innecesaria porque yo siempre investigo, la segunda: ¿investigar?, sí cómo no, cuando termine las cuatro o cinco notas de hoy, los dos boletines y las dos llamadas para afinar detalles antes del cierre. Ah, y tengo qué decir a mi jefe qué traigo para mañana.

Quienes pueden dar la primera respuesta trabajan en medios que han alentado una tradición de independencia y crítica periodística, o pertenecen a equipos de investigación que en muchas organizaciones todavía son un lujo. La segunda respuesta es más común y refleja una dinámica en la que muchos nos sentimos atrapados.

Hoy es posible profundizar en temas antes vedados e investigar asuntos impensables hace diez años pero nos "come" el tiempo. Con frecuencia sabemos que detrás de lo que publicamos hoy hay mucho más y nos decimos que si tan sólo tuviéramos tiempo suficiente para hacerlo nuestro trabajo periodístico sería realmente significativo.

La situación puede llegar a ser tan frustrante que nos preguntamos si lo que hacemos a diario es en realidad periodismo, si para ello fuimos a la universidad, comemos a deshoras, tenemos pocos amigos y un desencanto quincenal acorde a la cantidad del sueldo. Entonces es cuando pensamos si no sería mejor dedicarnos a algo más redituable, por ejemplo la publicidad.

Como editor puedo decir que el mejor reportaje de investigación es el que no requiere ningún presupuesto, que está listo en poco tiempo y es tan impactante que irá en portada o será la mejor información en el noticiero de la noche. La expresión de un editor no es de felicidad cuando el reportero viene a proponerle una investigación que requiere, ¿cuánto?, ¿una semana?, ¿y quién va a llenar las páginas?

¿Cómo investigar en poco tiempo, con escasos recursos, y sin haber sido beatificados?

Veamos un segundo caso que podemos llamar frustración sofisticada porque el reportaje que llamamos de investigación, para el que tuvimos tiempo y recursos, pero nos dejó igualmente insatisfechos porque no encontramos lo que queríamos, ninguna revelación que convulsione a la opinión pública, nuestro reportaje no cambiará nada y sabemos que había más, tiene que haber más, pero ya utilizamos tanto tiempo que el editor nos urge a terminar. "Estirarlo" más no deja claro, de todos modos, hacia dónde iríamos. En el mejor de los casos entregamos reportajes impecables que en algún lugar perdieron la "chispa" periodística que tratamos recuperar a través de un lenguaje colorido.

Revisemos el proceso: yo reportero vengo con una excelente idea al editor, logro entusiasmarlo, el tema es sexy, de esos que suenan a escándalo seguro y que a los periodistas nos encantan: narcotráfo, tráfico de órganos, tráfico de niños, corrupción militar, política, corrupción de cualquier tipo, prostitución infantil...

Cuando conseguimos el del editor el primer impulso es correr al teléfono, hacer cita con los personajes más visibles, con quien pueda darnos cifras, y ya veremos después de éstas entrevistas con quién más debemos hablar.

Un momento. Si queremos realmente investigar, falta planeación.

¿Planear? A los periodistas no nos gusta la palabra. Planean los ingenieros, los arquitectos, nosotros tenemos instinto, olfato, y otros ingredientes como inspiración y corazonadas. Llamemos entonces al proceso de otra manera, ¿qué tal maquinar, fraguar, el reportaje? La más elemental pregunta, al inicio de este maquinar es: ¿exactamente qué quiero probar?

Por más vuelta que le demos sólo hay tres tipos de investigaciones, a instituciones, a individuos y asuntos, y las tres se entrecruzan más tarde o más temprano. Por ejemplo, cuando investigamos el transporte de desechos peligrosos a través de la frontera, al seguir la pista muy frecuentemente instituciones e individuos estarán involucrados.

¿Exactamente qué quiero probar?, puede ser evidente en ocasiones, otras veces la respuesta será no sé, porque después de todo los periodistas no tenemos que ser expertos en nada y al principio del reportaje puede no ser tan claro, pero hay técnicas para acercarnos a una respuesta desde el comienzo. Saberlo nos ayudará a mantener el objetivo, permitirá ir más allá del reportaje de recopilación y hasta nos dirá cuándo darlo por terminado, porque una investigación criminal, por ejemplo, concluye al encontrar al culpable, una investigación científica acaba cuando la hipótesis queda comprobada; la investigación periodística debe termina cuando probamos el móvil del reportaje, que también puede ser llamado hipótesis, objetivo, idea.

Hay estrategias que los periodistas aplicamos a diario y funcionan, pero a la hora de un reportaje no las hacemos extensivas, por ejemplo lo que llamo Estrategia del oponente, una manera de cercar, copar, a una fuente clave para un reportaje, renuente a cualquier entrevista porque su interés es conservar todo en la obscuridad. Sobre todo cuando hay dinero de por medio, hay enemigos, competidores, excontadores, exclientes y posiblemente hasta demandas: ellos son los oponentes, aquellos interesados en exhibir al investigado porque han sido agraviados de alguna manera.

Estrategias de investigación es lo que requerimos a diario para dejar atrás el periodismo de transcripción; formas para investigar al gobierno, a individuos y organizaciones que están minando a la sociedad, requerimos de técnicas que conduzcan a hallazgos y no a simples resúmenes interesantes para ver asuntos en perspectiva, poco eficaces para contribuir a una mejor sociedad.

¿Y el tiempo? Podemos pensar en investigaciones progresivas, una manera que no pondrá de mal humor a nuestro jefe y aportará a las páginas de hoy.

Desde luego, las estrategias funcionan también si tenemos todo el tiempo en nuestras manos.


Texto tomado de www.saladeprensa.org


* Leonarda Reyes es una experimentada reportera mexicana, radicada en Canadá. Este texto es una síntesis de su participación en el Diplomado en Periodismo de Investigación que imparte el semanario Proceso en la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México. Esta es su primera colaboración para Sala de Prensa.

Contar para cambiar: los jóvenes reporteros de investigación

Por: Antonio Ruiz Camacho *

En un país donde más de cuatro de cada diez habitantes vive en la pobreza y donde dos de cada diez se encuentra en la miseria, la necesidad de contar historias sociales no es acuciante, sino ineludible.

Dice Jonathan Kaufman, reportero de investigación de The Boston Globe, quien obtuvo el premio Pulitzer por una serie de historias sobre racismo titulada The Race Factor: "Hago este tipo de periodismo, en parte, porque considero que los periódicos deberían escribir sobre la gente que, de otra forma, no tendría voz. Si nosotros no vamos a escribir sobre los indigentes, los pobres o los que sufren alguna discriminación, ¿quién lo hará?".

La frase de Kaufman sirve perfectamente como declaración de principios para un número creciente de jóvenes reporteros mexicanos que actualmente integran las áreas de investigación en diferentes medios de comunicación nacionales.

¿Por qué? Un poco de historia y números son un buen punto de partida para dar respuesta a esta pregunta. México es la décimoquinta economía mundial pero, en cuanto a la distribución de su riqueza, ocupa el puesto 82. El ingreso anual per capita mexicano es de mil 700 dólares y el promedio de educación nacional es de tan solo seis años: apenas la instrucción primaria.

Arrastrado más por la inercia mundial que por un deseo exclusivamente propio, México ha acometido la senda de la democratización real --dejando atrás la nominal, con la que cuenta desde hace más de 70 años--, pero sus pasos han sido, hasta el momento, convulsos e inciertos.

El punto de no retorno en la realidad mexicana quedó marcado el primero de enero de 1994, con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el sureño estado de Chiapas.

A lo largo de ese año, como consignó Alma Guillermoprieto en diferentes crónicas publicadas en The New Yorker, el país habría de darse cuenta de que iniciaba un tiempo inédito, en el que ya no valían "ninguna de las viejas reglas del juego".

La convulsión y el compromiso

El 23 marzo de 1994 el candidato del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio, fue asesinado en Tijuana, al noroeste de la República. Seis meses después, José Francisco Ruiz Massieu, entonces secretario general del mismo partido --el que ha gobernado al país, con dos diferentes nombres previamente, desde 1929-- también caía muerto a tiros a la puerta de un céntrico hotel de la capital del país.

Descontrolado, irritado y aferrado al pasado, el viejo sistema mexicano expresaba su furia y desesperación ante un cambio que debió venir mucho antes y que, en ese momento, le estallaba al país por todos los frentes.

Si bien los asesinatos políticos y la creciente proliferación del narcotráfico --tanto en las esferas oficiales como en las zonas más aisladas y paupérrimas del país-- daban cuenta de la corrupción y la descomposición del sistema, la rebelión zapatista desenmascaró los sueños primermundistas que había alucinado buena parte de la población durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, y había dejado en claro que, antes que otra cosa, México es un país de enormes injusticias sociales y muchas asignaturas pendientes.

En ese momento, un buen número de jóvenes universitarios cursaba materias de periodismo y vivieron la convulsión zapatista y el derrumbamiento de sus sueños como una llamada de atención: la campanada que los llamaba a formar filas para acometer un nuevo compromiso.

El rompimiento de las cadenas y las mordazas en el periodismo mexicano había comenzado tiempo atrás, allá por los setentas, cuando luego de un complot fraguado desde la esfera gubernamental para desmantelar al entonces reputado aunque conservador diario Excélsior, Julio Scherer --el director derrocado-- y su equipo formaron la revista Proceso, a la cual el periodismo nacional debe ahora mucha de la libertad que tiene.

Al paso de los años, nuevos y agresivos medios se unieron, de una u otra forma, con estrategias y coberturas propias, a la lucha de Proceso. Tal fue el caso de Unomásuno --cuyo proyecto se desvirtuó con el tiempo y actualmente no es considerado una referencia--, La Jornada, El Financiero y Reforma, medios que han intentado --y lo siguen haciendo-- mantener una línea editorial propia ajena a los intereses oficiales.

En las páginas de estos y otros medios del interior de la República --como casos conspicuos están Zeta en Baja Californa, El Imparcial en Sonora y el hoy extinto Siglo 21 en Jalisco-- los mexicanos comenzaron a conocer versiones diferentes de las cosas, artículos y notas que exhibían e intentaban articular la convulsión por la que atravesaba el país.

Sangre nueva vs. vieja guardia

La complejidad de los temas que se trataban y la velocidad con la que ocurrían nuevos episodios del momento histórico que vivía México comenzaron a demandar una cobertura distinta, más profunda y de mayor aliento.

Ya contábamos con la libertad para decir las cosas; ahora necesitábamos que alguien las explicara y contara sus historias.

Un reducido pero consistente grupo de reporteros se dio a la tarea de saciar esa necesidad. Formados en las redacciones de antaño, con la cobertura de las guerrillas centroamericanas y la bipolaridad de la guerra fría pero ya dispuestos a iniciar un cambio, estos periodistas brillaron por la frescura y agresividad con que cubrían asignaciones como el narcotráfico, la guerrilla o los asesinatos políticos y las presentaban en atractivas historias.

Pronto escalaron peldaños al interior de las redacciones y, aunque muchos de ellos estaban dispuestos a reportear y editar a un tiempo, la necesidad de plumas que reforzaran su propuesta editorial se hizo evidente.

Esta necesidad de sangre nueva coincidió con el egreso de universidades de jóvenes ávidos de contar las historias de quienes más sufrían en el país y cuya verdad era indispensable poner en papel.

No todos los reporteros jóvenes mexicanos, sin embargo, comparten esta idea. La inercia de los medios nacionales es muy fuerte y, aunque los avances han sido notables, aún no es posible hablar de un cambio institucional.

En la prensa mexicana sigue privilegiándose la declaración y la estridencia por encima de la profundidad, el análisis y la historia. Pocos reporteros --de poca y mucha edad-- hechos a la usanza de la "vieja guardia" y los editores que comparten su ideario apuestan por la investigación de largo aliento y la búsqueda de un estilo narrativo-periodístico.

Ejemplo de ello es que, en la actualidad, la abrumadora mayoría de los reporteros que integran áreas de investigación o asuntos especiales --espacios comúnmente designados a reporteros de amplia experiencia profiesional y académica en redacciones estadounidenses o europeas-- son jóvenes, en edad y en experiencia.

El deseo del cambio

Claudia Fernández se integró al equipo de asuntos especiales de El Financiero en 1994; entonces rondaba los 25 años. Tras un paso fugaz por la nota diaria y la redacción de repotajes semanales para la edición en inglés del periódico, comenzó a hacer investigaciones relacionadas con la banca y la televisión mexicana.

Recientemente acaba de publicar un libro sobre la vida de Emilio "El Tigre" Azcárraga, una investigación inédita en México por su profundidad y aliento. Tras una temporada en El Financiero, Claudia estudió una maestría en Periodismo en la Universidad del Sur de California y, a su regreso a México, echó a andar la sección de asuntos especiales en el añejo diario El Universal.

"Había todo por hacer y mucho de lo que logramos fue por ímpetu mío, no por una apuesta institucional del diario", recuerda Fernández. Sin embargo, sus logros no fueron pocos. "El día que vi una foto enorme en la parte superior de la portada del periódico que anunciaba un reportaje sobre sida en México, pensé: este periódico sí quiere cambiar".

Los reportajes han llegado a las portadas no sólo de El Universal, sino también de El Financiero y Reforma, y muchos de sus autores son jóvenes, como Claudia.

Es el caso de Tzinia Chellet, quien llegó al área de investigación de El Universal cuando rondaba los 23 años. Si bien ha podido realizar algunos reportajes sobre pobreza, agricultura y salud, sabe que el espacio para estos temas no está garantizado, está consciente de las inercias del periodismo mexicano y sabe que el cambio aún no es inminente.

Los editores de la vieja guardia, dice Tzinia, "no creen en las investigaciones de largo alcance, por aquello de la 'inmediatez de la informacion'. Son tantos los problemas por los que atraviesa México, que describirlos tomaría un libro entero. Los medios sólo reflejan someramente los síntomas que presenta el agonizante cuerpo del país.

"En mi corta experiencia --continúa--, quienes hemos entrado recientemente a los medios

atravesamos una etapa de desazón respecto al manejo informativo, a los mitos y timos del periodismo, a enfrentarnos con las inercias, los vicios y manipulaciones que seguramente fueron establecidos antes de que nuestros jefes de información nacieran.

"¿Será acaso la inexperiencia de la juventud o nuestro impulso por lo que nos surge la motivación por investigar las situaciones a fondo, por creer en los 'reportajes' sin etiquetas? ¿Será acaso que estamos cansados de ver lo mismo desde que nacimos y queremos cambiar las cosas o, al menos, contarlas desde un ángulo distinto?".

La demanda que avasalla

Alejandro Suverza tiene una idea similar a la de Tzinia. Con 30 años y la licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, se ha dedicado a recorrer las zonas más aisladas y marginadas del país como parte de su trabajo en el área de asuntos especiales de El Financiero.

Desgarradoras y extenuantes, las historias que Suverza ha publicado van desde la vida de los indios Tarahumaras en cuevas y los conflictos caciquiles en arruinados poblados de Yucatán hasta la falta de expectativas de jóvenes drogadictos e indigentes del centro de la ciudad de México.

El número de historias de injusticia, desesperanza y conflicto que necesitan ser contadas en México es tal que, en muchos casos, los reporteros de las áreas de investigación en realidad escriben simples reportajes y no historias de largo aliento. No se dan abasto.

La causa en un buen número de ocasiones es que las secciones cotidianas de los medios no cuentan con la estructura --y a veces, tampoco, la intención-- para ir a fondo en los temas que abordan.

Así, en el área de investigación de Reforma --el más reciente y revolucionario de los periódicos mexicanos--, jóvenes reporteros como Linaloe Flores, Amparo Trejo y anteriormente Guillermo Osorno se han dado a la tarea de narrar la historia de las mujeres que trabajan en las maquiladoras del norte del país, los fuertes dispositivos de seguridad con que viven los adolescentes hijos de la clase privilegiada y el futuro de algunos de los barrios más tradicionales y problemáticos de la ciudad de México.

En El Financiero sucede algo similar. Los temas que cubren los reporteros van desde el fenómeno de la migración hacia los Estados Unidos, las madres solas, el futuro del derecho a la información en México, la pobreza en el sur del país y la corrupción al interior de los cuerpos policiales.

La juventud como herramienta

En muchos casos los reporteros van a tientas y rápido en sus investigaciones, guiados más por el instinto que por la experiencia.

Tienen ganas de narrar historias --no únicamente de dar información-- y necesidad por deconstruir y explicar un país que, casi a diario, nadie logra entender.

Su juventud --el idealismo y la desesperanza que ello implica-- es su herramienta y característica principal, y eso es lo que los mueve.

Cuando acepté redactar estas líneas dije que sólo podría escribir de lo que conozco. Tengo 26 años, apenas tres en el medio periodístico profesional y pertenezco al equipo de asuntos especiales de El Financiero.

Como muchos de mis compañeros de área y de generación, estoy cansado de leer simples declaraciones y frases vanas en los diarios; palabras que llenan el espacio para llegar a ninguna parte.

Si algo necesita México en sus medios en este momento es la consignación real --no declaratoria-- del producto de un siglo de autoritarismo, desidia y temor al cambio. En las historias que escribimos, en las postales que intentamos retratar con mediana destreza, los jóvenes reporteros comprometidos con la narración queremos dejar constancia de lo que, desde el despotismo de su altura y autoridad, los círculos del poder y los ciudadanos comunes --encerrados en su drama particular--, no ven o no quieren ver.

En charlas con otros jóvenes reporteros y como producto de lo que he escuchado en los pasillos de varias redacciones mexicanas, me he dado cuenta de que a las áreas de investigación se les echar en cara no "dar golpes espectaculares" --a ver ¿cuándo van a descubrir quién mató a Colosio?, he oído reprochar tanto en Reforma como en El Financiero-- ni "tirar" a ningún funcionario público.

Claudia Fernández ha escuchado los mismos alegatos y en respuesta a ello aclara que, en principio, el acceso a la información en México es significativamente más restringido que en Estados Unidos, donde los equipos de investigación de los diarios se caracterizan por revelar datos impresionantes que convulsionan a la sociedad.

El cambio generacional

Más allá de las limitaciones informativas, la intención de muchos reporteros jóvenes que integran áreas de investigación no es "dar golpes espectaculares", respuestas a casos escandalosos que no son más que consecuencias de la descomposición y polarización egoísta de un país.

Su interés se centra en ir al origen de los problemas sociales, económicos y políticos nacionales y a las consecuencias cotidianas de quienes los están sufriendo: la población, la gente que, como dice Kaufman, no tiene más voz que la nuestra.

Los espacios que se han abierto son importantes pero los cambios que sufre el país diariamente dejan poco tiempo a los editores y propietarios de los medios para analizar el futuro y dirección que quieren dar a las áreas de investigación.

Hay mucha anarquía y malabarismo en el trabajo cotidiano de estas secciones, aún más que las que le son inherentes al periodismo en sí mismo.

Claudia considera que ya no hay punto de retorno, la investigación y el reportaje han llegado al periodismo mexicano para quedarse. Sin embargo, su institucionalización aún no está cerca y todo parece indicar que solamente un cambio generacional en las cúpulas de los medios logrará consumarla.

Texto tomado de www.saladeprensa.org


* Antonio Ruiz Camacho, periodista mexicano, colaborador de Sala de Prensa. Estudió la licenciatura en Comunicación en la Universidad Iberoamericana. Ha sido reportero de la sección cultural del periódico Reforma y corresponsal en España para El Financiero, en el que también fue parte del equipo de asuntos especiales. Actualmente es subdirector editorial de To2.com.

El favor de Palacio a Roche

Volvio el invierno y no hay obras

La gran estafa a la Beneficencia de Cundinamarca